cuantas veces creí que aquella guerra
que nos declararon los objetos
había terminado,
que por fin podría dormir
dándole la espalda a la cama.
cuantas veces salí a la calle y saludé a los semáforos
sin miedo a que me guiñen un rojo
y cuantas otras miré los partidos de bocha
en el parque Urquiza
sin imaginar que allí
justo allí
se precipitarían en emboscada
las boinas colgadas del alambrado.
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