5.donde la fuerza de unos bigotes blancos

No hay suficiente memoria o no, creo que es la mejor opción, consulté ni interactué lo suficiente con la ventana correspondiente al historial de mis conversaciones por MSN, para recabar información que vuelva, de alguna manera, más verídicas a estas palabras. En cualquiera de los dos casos, en el de que no haya suficiente memoria en el archivo que guarda esas conversaciones y que entonces las vaya borrando ó, como decía antes, consultar esas ventanitas u pliegues de la ventana mayor, ahí donde dice archivo, ver y esas cosas, hasta encontrar una opción que me deje consultar con todo el historial de conversación que existe con Esther Blec de acá hasta cuando se inició ese historial mismo, en cualquiera de los dos casos, como decía, es imposible llegar a lo ideal, que es recabar esa información de que Roberto de Las Esporas fue criado y nacido en Ranchillo, hijo de la Celestina, viuda y triste. Siete hermanos, todos muertos. El padre, Don Raul de Las Esporas, estanciero dueño de Ranchillo, dejó como herencia una profunda mirada y campos que su esposa, la Celestina, administro junto a su hermano, el tío de Roberto de Las Esporas, Don Javier.
En fin, Roberto de Las Esporas podía cruzar el horizonte cabalgando, con sus bigotes blancos, una boina blanca cruzándole la cabeza, y la idea blanca y triste de encontrar a Esther Blec. Vivió y estudió en la ciudad algunos años, se casó con María, su amada, su sol, que crió a Esther Blec dulcemente hasta que el cáncer de mamas. Esther Blec es adoptada, y lleva el apellido de su madre adoptiva como un homenaje. Esther Blec.
Y no hay mucho más, la historia de un tipo duro, son las palabras de Esther Blec, no la fuerza de esos bigotes blancos ni la sombra de Roberto de Las Esporas asomando por la puerta. Ni la cabeza de su caballo entrando sorpresivamente por la ventana, que relincha con los ojos emblanquecidos de éxtasis y por detrás apenas se ven las piernas cabalgando la adversidad, gritando el nombre de Esther, y apuntando a mi corazón con un machete.
-Esther Blec, Esther Blec.
Tanta violencia y mis ojos cerrados para no ver la jarra de Frescor vacía, secándose en la alacena. Era una pesadilla alucinante, Cataneo decía que Roberto de Las Esporas estaba en la ciudad buscando a Esther Blec y yo con la bicicleta en la terraza. Sus gritos cruzan la habitación como un avión, el caballo a dos patas, el machete apuntándome. Cataneo me pregunta, en otro mail, si sé algo de Esther Blec. Es obvio que le dijo a Roberto de Las Esporas que podía encontrarla aquí.
Cruzando la calle para ir al supermercado de enfrente a comprar un paquete de fideos y uno de cigarros en el quisco, no sé que sombra de los bichitos de la luz me atacó, contra el anaranjado, quedando increíblemente ligada a los gritos. Esa imagen, los bichitos de la luz, esas mariposas horribles transformadas por los soles artificiales, dando sombra en un anaranjado inmenso, y un tipo que gritaba
-¡Esther Blec!¡Esther Blec!
estremeciendo hasta a los canarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario